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Ilustración de Oliver Jeffers. "Perdido y encontrado" (2006) F.C.E. |
Sin duda no es fácil llegar a una definición exacta de este “tipo”
de literatura. Coincido con Liliana Bodoc (2010) en establecer como necesario
distinguirla de “la otra literatura” como punto de partida para responder a esa
pegunta; preguntarnos entonces ¿qué tiene la infantil que no tenga el resto de
la literatura? Básicamente: estar dirigida a un público infantil.
También me he de tomar de las palabras de la misma autora
pues, estoy de acuerdo con aquella visión que entiende la Literatura como un
arte cuya propia forma de expresar, el lenguaje como problemática, no puede
estar en desentendimiento con el contenido, sino que debe manifestar “una
alianza plena sin la cual el hecho literario desaparece” (p.40). Además, la
autora alude a un deber de la literatura el ejercicio de la emoción,
imaginación, intuición y las capacidades de perdonar y de soñar.
Sin embargo, esta visión se contrapone con la tradición que
la literatura ha venido arrastrando desde sus orígenes y la que algunos autores, todavía predican. Es la visión en la que predomina el modo formativo. Se incluyen
y valoran textos en los cuales se muestra al niño el “deber ser” a partir de
ejemplos que se espera moldeen su personalidad y su actuar. No obstante,
hablamos de una tradición que, en los últimos 50 años ha tenido un vuelco
sustancial.
Los grandes cambios que ha experimentado la LI se deben a
una evolución natural de la sociedad a través de la introducción de
nuevas tecnologías, de nuevas temáticas; pero también se deben a
que la literatura ha respondido a estos cambios incorporando nuevos elementos
como prioridad y abandonando otros, como la visión formativa e impositiva que se
abre a incorporar una visión estética y de goce.
En este escenario, el niño cobra un distinto rol. Si antes
recibía y procesaba la información que los adultos le querían entregar; hoy
además es, como dice Gemma Lluch, objeto de
interés editorial y comercial, pues se ha transformado en un exigente catador
de literatura. Esto ha requerido que la literatura infantil se nutra del mundo
del niño, incorporando sus necesidades y conocimientos como contexto para hacer
literatura.
Pero ¿cómo llega el niño a un libro si no a través de un adulto? Directa o indirectamente, los adultos estamos relacionados con la llegada del libro a sus manos, ya que es un editor –adulto- quien acepta la propuesta de un autor –adulto- y publican un libro que será comprado por un padre –adulto- y/o recomendado por un mediador –adulto- para finalmente producirse el encuentro del libro que pese a pasar por todas esas adultas manos, debe relacionarse con el niño de la manera más espontánea posible.
Pero ¿cómo llega el niño a un libro si no a través de un adulto? Directa o indirectamente, los adultos estamos relacionados con la llegada del libro a sus manos, ya que es un editor –adulto- quien acepta la propuesta de un autor –adulto- y publican un libro que será comprado por un padre –adulto- y/o recomendado por un mediador –adulto- para finalmente producirse el encuentro del libro que pese a pasar por todas esas adultas manos, debe relacionarse con el niño de la manera más espontánea posible.
La literatura infantil, como se mencionó en la entrada
anterior, es un paso fundamental en el camino del fomento a la lectura, pues es
este el momento en el que se instaurarán las bases de la relación del niño con
el acto de leer, por lo que debe ser una herramienta de fomento en sí misma,
pero a través del diálogo con los niños, de establecer una comunicación en la
que el niño reconozca, imagine, disfrute cada uno de los elementos presentes en
ella.
Pero ¿sólo a partir de buenos libros se ha de llegar a un
futuro adulto que disfrute de la literatura? Podemos evidenciar que en Chile se
tiene una histórica y fructífera producción literaria gracias a los estudios de
Manuel Peña Muñoz (2009), sin embargo, también sabemos que en Chile la
comprensión lectora es un tema pendiente, también el consumo de literatura es
bajo y ya bastante hemos escuchado acerca de lo poco común del uso de
bibliotecas públicas pese a los bajos costos que ello tiene. Si bien esta
tendencia se ha ido revirtiendo en los últimos años gracias a la labor de
diversos organismos como el programa “Lee Chile lee” y el trabajo de
fundaciones como “Había una vez”, “Lectura viva” entre otras, aún es necesario
formar mediadores que sean capaces de cumplir la labor de acercar la literatura
a los niños. Un mediador debe no solo gustar de la literatura, sino también
contar con herramientas concretas que permitan establecer el diálogo entre los niños
y los libros, ya sea recomendándolos directamente a niños, padres o docentes, y
desarrollando habilidades de animación lectora, posibilitando así un proceso de
retroalimentación en el que el niño no
solo lee, sino que analiza, disfruta, critica lo leído, y por qué no, se anima
a escribir también.
De este modo la literatura infantil se concibe como una
puerta de entrada, a partir de las posibilidades que, como arte, tiene en el
desarrollo de los niños.
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Ilustración de Rebecca Dautremer para la película "Kerity, la casa de los cuentos", versión cinematográfica del libro "Nat y el secreto de Eleonora" (2010) Edelvives. |