domingo, 11 de agosto de 2013

Literatura Infantil: una puerta de entrada

Ilustración de Oliver Jeffers. "Perdido y encontrado" (2006) F.C.E.

Sin duda no es fácil llegar a una definición exacta de este “tipo” de literatura. Coincido con Liliana Bodoc (2010) en establecer como necesario distinguirla de “la otra literatura” como punto de partida para responder a esa pegunta; preguntarnos entonces ¿qué tiene la infantil que no tenga el resto de la literatura? Básicamente: estar dirigida a un público infantil.
También me he de tomar de las palabras de la misma autora pues, estoy de acuerdo con aquella visión que entiende la Literatura como un arte cuya propia forma de expresar, el lenguaje como problemática, no puede estar en desentendimiento con el contenido, sino que debe manifestar “una alianza plena sin la cual el hecho literario desaparece” (p.40). Además, la autora alude a un deber de la literatura el ejercicio de la emoción, imaginación, intuición y las capacidades de perdonar y de soñar.
Sin embargo, esta visión se contrapone con la tradición que la literatura ha venido arrastrando desde sus orígenes y la que algunos autores, todavía predican. Es la visión en la que predomina el modo formativo. Se incluyen y valoran textos en los cuales se muestra al niño el “deber ser” a partir de ejemplos que se espera moldeen su personalidad y su actuar. No obstante, hablamos de una tradición que, en los últimos 50 años ha tenido un vuelco sustancial.
Los grandes cambios que ha experimentado la LI se deben a una evolución natural de la sociedad a través de la introducción de nuevas tecnologías, de nuevas temáticas; pero también se deben a que la literatura ha respondido a estos cambios incorporando nuevos elementos como prioridad y abandonando otros, como la visión formativa e impositiva que se abre a incorporar una visión estética y de goce.
En este escenario, el niño cobra un distinto rol. Si antes recibía y procesaba la información que los adultos le querían entregar; hoy además es, como dice  Gemma Lluch, objeto de interés editorial y comercial, pues se ha transformado en un exigente catador de literatura. Esto ha requerido que la literatura infantil se nutra del mundo del niño, incorporando sus necesidades y conocimientos como contexto para hacer literatura.
Pero ¿cómo llega el niño a un libro si no a través de un adulto? Directa o indirectamente, los adultos estamos relacionados con la llegada del libro a sus manos, ya que es un editor –adulto- quien acepta la propuesta de un autor –adulto- y publican un libro que será comprado por un padre –adulto- y/o recomendado por un mediador –adulto- para finalmente producirse el encuentro del libro que pese a pasar por todas esas adultas manos, debe relacionarse con el niño de la manera más espontánea posible.
La literatura infantil, como se mencionó en la entrada anterior, es un paso fundamental en el camino del fomento a la lectura, pues es este el momento en el que se instaurarán las bases de la relación del niño con el acto de leer, por lo que debe ser una herramienta de fomento en sí misma, pero a través del diálogo con los niños, de establecer una comunicación en la que el niño reconozca, imagine, disfrute cada uno de los elementos presentes en ella.
Pero ¿sólo a partir de buenos libros se ha de llegar a un futuro adulto que disfrute de la literatura? Podemos evidenciar que en Chile se tiene una histórica y fructífera producción literaria gracias a los estudios de Manuel Peña Muñoz (2009), sin embargo, también sabemos que en Chile la comprensión lectora es un tema pendiente, también el consumo de literatura es bajo y ya bastante hemos escuchado acerca de lo poco común del uso de bibliotecas públicas pese a los bajos costos que ello tiene. Si bien esta tendencia se ha ido revirtiendo en los últimos años gracias a la labor de diversos organismos como el programa “Lee Chile lee” y el trabajo de fundaciones como “Había una vez”, “Lectura viva” entre otras, aún es necesario formar mediadores que sean capaces de cumplir la labor de acercar la literatura a los niños. Un mediador debe no solo gustar de la literatura, sino también contar con herramientas concretas que permitan establecer el diálogo entre los niños y los libros, ya sea recomendándolos directamente a niños, padres o docentes, y desarrollando habilidades de animación lectora, posibilitando así un proceso de retroalimentación en el que el niño  no solo lee, sino que analiza, disfruta, critica lo leído, y por qué no, se anima a escribir también.
De este modo la literatura infantil se concibe como una puerta de entrada, a partir de las posibilidades que, como arte, tiene en el desarrollo de los niños. 
Ilustración de Rebecca Dautremer para la película "Kerity, la casa de los cuentos", versión cinematográfica del libro "Nat y el secreto de Eleonora" (2010) Edelvives.

lunes, 5 de agosto de 2013

¿Qué es la literatura infantil?

Para responder esta pregunta comencemos pensando en la literatura como un arte, un modo de expresión y comunicación de visiones de mundo y que tanto su producción como su apreciación facilitan el encuentro con diversas capacidades, por ejemplo: la imaginación.
Pero ¿qué es aquello que la hace “infantil”? Claro, debe estar dirigida a niños. Pero ¿cómo es la literatura orientada a lectores no adultos? Recordemos aquellas experiencias iniciales con la literatura cuando éramos niños.


Si pensamos en las primeras expresiones literarias con las cuales nos relacionamos, debiéramos incluir adivinanzas, poesía e incluso ciertas expresiones teatrales a las que nos enfrentamos tal vez mucho antes que a los libros en los que luego encontramos estas expresiones y también muchas otras.  En mi caso fueron una serie de plantillas para pintar con palabras que describían esas imágenes, los primeros “libros” que tuve entre mis manos. Los clásicos cuentos de hadas leídos por mi madre vinieron a presentarme la narración propiamente tal. Más tarde, solo recuerdo hasta los nueve años más o menos la lectura de “El principito”, “Papelucho”, “Ami, el niño de las estrellas”, narraciones acerca de las diversas experiencias de ciertos niños con los cuales podía identificarse cualquiera. Presentaban un personaje que vivía experiencias extraordinarias, llenas de magia. O bien, historias cotidianas, que nos pasaban a todos pero vividas como grandes aventuras. No recuerdo si llegué a ellos a través de la literatura complementaria del colegio o fueron herencia de mi hermana. Pero sí recuerdo que me gustaba mucho leer, incluso me hace sentido esa idea de la literatura como refugio, en medio de una infancia en la que por las tardes mi hermana estaba en el colegio y mis padres trabajando, los libros se transformaron en una fuente de aventuras imaginarias. Sin embargo, si bien mi familia alimentaba mi curiosidad por la lectura, su apoyo estaba solo en comprar los libros que salían cada semana con el diario. En la escuela me hacían leer un libro cada cierto tiempo y los recuerdos de ello tienen que ver, la mayoría de las veces, con leer apurada para alcanzar a terminar antes de la prueba y olvidarlo todo después.


Durante mi experiencia laboral en una biblioteca pública, he podido observar que mi relación con la literatura no dista mucho de la del común de los niños que visitan mi lugar de trabajo. También he podido observar una gran cantidad de ejemplares pertenecientes a esa esto que llamamos “literatura infantil”. Algunos de ellos son escritos con fines “formativos”: buscan transmitir valores y formas de vida a través de narraciones ejemplificadoras ("¿Vale la pena mentir?" N. Milicic, LOM). Otros, tienen fines “divulgativos”: quieren entregar cierta información a los niños (“Los Delfines Del Sur Del Mundo”, M. Recabarren, Amanuta). Y otros, son libros que buscan simplemente la entretención de los niños (“Vida de perros”, Isol, F.C.E.). Por otro lado, podemos referirnos también al formato. Existen libros blandos y con texturas, libros para quienes no saben leer, que buscan que el pequeño reconozca el mundo que experimenta a través de sus sentidos, en un libro. La diversidad en los libros infantiles es una constante que se agradece y va en aumento.
La literatura infantil aborda al niño desde el conocimiento del mismo, es decir, maneja un lenguaje y un entorno familiar. Puede dirigirse a los intereses del niño o ser una herramienta para transmitirle lo que el adulto espera de él. Podría concluir que la literatura infantil es una forma de comunicación con los niños que puede tener diversos objetivos, pero que debe estar hecha considerando su edad, lenguaje, experiencia con el mundo, intereses, preguntas, respuestas, su desarrollo psicomotriz, etc. También es importante mencionar que, de acuerdo al concepto que hoy se tiene del niño, la relación que éste establezca con la literatura en sus primeros años será determinante en la que se establezca cuando joven y adulto, por lo que la literatura infantil debe orientarse a una búsqueda por atraer la atención del niño, entregándole no solo buenas historias, sino que libros de calidad tanto en lo narrativo como en lo objetual. En ese sentido es importante mencionar el valor del libro-álbum que, en un mundo en que lo visual predomina, ha sabido situar la lectura como una actividad interesante y cercana a los niños a través de un inteligente diálogo ente lo visual y lo textual, no solo por la gran calidad de las ilustraciones sino también porque en un mundo en que los niños están sobre estimulados no basta con contarles una buena historia y llamar su atención con ciertos dibujos, sino que es necesario acercarse a ellos de nuevas maneras y ésta parece ser una buena forma.